Pedro Mir, un trabajador que vive en Madrid
y que es simpatizante de la Brigada, nos ha mandado este artículo, que ha
titulado "Periodo normal" y que versa, entre otras cosas, sobre las empresas
de trabajo temporal, las conocidas como ETTs.
Se derrumbó la URSS y Cuba entró en el llamado
“periodo especial”. En Europa Occidental regresamos al periodo normal y las
cosas empezaron, poco a poco, a ser como habían sido “siempre”. Ya no hay
otro sistema con el que comparar. Se puede volver a apretar las clavijas a
la gente cada día un poco más.
Antiguamente, los jornaleros se reunían en
las plazas de los pueblos antes de que amaneciera. Llegaba el capataz del
terrateniente e iba diciendo: “Tú, tú”, señalando con el dedo a los
afortunados que trabajarían ese día. Los que no eran escogidos se volvían a
casa. Ese día no había trabajo, ese día no había jornal.
Pero todo esto no son más que viejas
historias. Ahora, en el siglo XXI, todo es mucho más moderno. Suena el
móvil: “Pásate a firmar el contrato que esta noche trabajas de 8 a 12”. No
hay peros, no hay excusas.
Esta
temporalidad (28,7 % en la Comunidad de Madrid) convierte en papel mojado
todas las leyes y convenios sindicales. No se puede exigir nada. Al acabar
el contrato, tanto si es de cuatro horas como de un mes, acaba toda
obligación con el trabajador. El que da problemas, el que pone la más mínima
pega, el insensato al que se le ocurre decir: “Tengo derecho a...” simplemente
acaba su contrato y no se le llama más. Circulan las listas negras.
Al comentar con un amigo el dato de los 12.700
trabajadores que, sólo en Madrid, han firmado más de 100 contratos en el
2005, me dice que su padre es uno de ellos.
El hombre llevaba veinte años trabajando de
camarero en un restaurante. Lo que cobraba por antigüedad hacía que le
saliera caro a la empresa. Le empezaron a hacer la vida imposible hasta que,
“voluntariamente”, se fue.
Ahora trabaja con listeros. Por listeros se
conoce en el gremio de la hostelería a individuos que tienen listas de
camareros y les llaman para trabajos eventuales para terceros. Hay una cena
en tal sitio, mañana una comida en tal otro. El listero se queda con una
parte del salario del camarero y es una actividad que estaba perseguida por
la ley.
Pero el padre de mi amigo no trabaja con
listeros. Los camareros se empeñan en llamarlos listeros porque no son gente
moderna y del siglo XXI. El listero es un individuo del pasado y al margen
de la ley. El padre de mi amigo trabaja con ETT’s (Empresas de Trabajo
Temporal) que son una cosa moderna y legal.
El trabajador no tiene ninguna relación legal
con la empresa “de verdad”. El trabajador, en su mayor parte trabajadoras,
firma con el intermediario (la ETT) que suministra a la verdadera empresa
trabajadores como otros les suministran detergentes o manteles.
El padre de mi amigo ha dejado, en su madurez,
de tener vacaciones. No puede nunca decirle que no al listero. Ha dejado de
coger el metro y ahora va siempre en autobús porque en el metro no hay
cobertura para el teléfono móvil. No vaya a ser que llame el listero. Para
su mujer y para él el teléfono móvil se ha convertido en una obsesión. ¿Has
cogido el teléfono? ¿Cargaste anoche la batería? ¿Aquí tenemos cobertura?
Este hombre nunca sabe si hoy va a trabajar y
si lo hace, no sabe con qué horario.
Ahora hay más trabajo. Cuando seamos
totalmente esclavos nunca nos faltará.
En el Imperio Romano no había paro.
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