España, el estado de derechas.
Pequeño anecdotario que
habla del país que tan contento pone a Zapatero.
Por Javier Mestre.
Un anciano
oriental, con aspecto de venerable hombre salido de un cuento, vendía
tristes rosas en la glorieta de Atocha, esquina con el Paseo del Prado,
junto a las vallas de otra de las infinitas obras que desuelan Madrid.
Hastiado, me ofreció sin esperanza una flor, pero no le hice caso. Tres
segundos después, buscando con la mirada a algunos de los alumnos con los
que estaba de excursión, redescubrí al viejo inmigrante rodeado de tres
adolescentes españoles y malencarados que lo amedrentaban mientras le
robaban. Eran como mis estudiantes, chicos de clase media que sólo
acosaban a aquel pobre hombre por joder al inmigrante.
Manuela
quería comprar unos caramelos para nuestros hijos y entró en una tienda
regentada por inmigrantes chinos en una pequeña ciudad de provincias.
Mientras elegía las golosinas, irrumpieron cuatro jóvenes, de unos dieciséis
o dieciocho años de edad, y pidieron con desdén un euro de pepinillos. El
dependiente se los sirvió con diligencia. Se cobró de un billete de diez.
Parecía que los chavalotes se iban. Pero no se iban. Regresaban y una
punzada de inquietud atravesó el rostro del joven inmigrante que se
refugiaba tras la barra. - “Oye, chino, te has equivocado”, soltó uno de los
clientes.
- ¿Cuál es el problema?- dijo el tendero.
- “Que te he pedido uno”.
- ¿Uno? ¡Claro, un euro! Yo devuelvo nueve. Tú me das diez y
yo devuelvo nueve.
- No, chino, no. Yo te he pedido uno. Un pepinillo.
El
dependiente no sabía qué cara poner. Pálido ante la amenaza implícita de los
cuatro bienalimentados corpachones, le devolvió un euro al joven
descarado. Se marcharon rápidos y satisfechos de haber humillado al
inmigrante.
“Tengo una
pregunta para usted” es un nuevo programa de Televisión Española. Cien
ciudadanos seleccionados con criterios estadísticos, supuestamente
representativos de la realidad social del país, interrogan en directo a un
personaje político relevante. Seis millones de españoles fueron testigos de
cómo una señora hacía una pregunta al presidente del gobierno en la que
decía poco más o menos que cómo es posible que ella cobre una pensión
miserable mientras el estado proporciona ayudas a los inmigrantes ilegales.
El presidente no dejó de sonreír y se limitó a afirmar que la pensiones
mínimas están creciendo durante su mandato. Poco después, un jovenzuelo se
quejaba, en el minuto de máxima audiencia del espacio televisivo, de que los
inmigrantes africanos retenidos en Murcia se pasean descalzos por las
inmediaciones del aeropuerto, qué vergüenza. Y no proponía que se les
proporcionara calzado, no, habría que llevárselos donde pudieran seguir
igual de descalzos, pero sin molestar la vista de nadie.
En el cuarto aniversario del comienzo de los bombardeos de
Iraq, un grupo de ciudadanos colocamos un aparato de sonido y unos potentes
altavoces en la plaza principal del pueblo -5.000 habitantes- donde vivo.
Reprodujimos un disco de sonidos de guerra: sirenas, campanas, explosiones,
tiroteos. La mayor parte de las personas que pasaban por allí agachaban la
cabeza, como para no ser vistas, no fuera a ser que se les escapara un gesto
que pudiera ser interpretado como de complicidad con los peligrosos
pacifistas. Un valiente ciudadano de la tercera edad se nos acercó, airado.
- ¡A ver cuando hacéis vosotros algo por lo de De Juana!1
- De Juana es una monjita de la caridad al lado de los que
están destruyendo Iraq - le respondí yo.
- ¡Siempre estáis igual! ¡A ver cuándo os metéis con la ETA y
os dejáis de rollos extranjeros!
- Mire – traté de razonar-, en toda su historia la ETA puede
haber matado a alrededor de ochocientas personas desde 1968... No es por
nada, pero se calcula que en Iraq ya han muerto más de seiscientas cincuenta
mil personas a causa de la ocupación estadounidense.
- A mí me interesan los muertos españoles.
- ¿Me está usted tratando de decir que da más importancia a
ochocientos muertos en cuarenta años que a esos más de seiscientos cincuenta
mil de estos últimos cuatro, aun sabiendo de la responsabilidad que tenemos
los españoles en tan espantoso conjunto de crímenes? – Yo hablaba mientras
contenía a un compañero indignado que quería acercarse demasiado al viejo
gruñón.
- Sí, claro que me importan más los españoles que los
iraquíes esos. Yo soy español, un patriota, no como vosotros.
- No, lo que tú eres es un racista – le respondí tuteándolo
enfadado.
NOTAS:
1. Se da la
circunstancia de que la (ultra)derecha española protagonizó una importante
serie de protestas y manifestaciones contra la decisión del Gobierno de
acercar a su tierra al preso vasco de ETA, Iñaki de Juana Chaos, a punto de
morir tras dos meses de su segunda huelga de hambre. Este etarra
histórico había cumplido ya sus condenas por asesinato y terrorismo según
las leyes vigentes, y los tribunales, dentro de una fuerte campaña mediática
y política de linchamiento, fabricaron un nuevo delito, esta vez de
opinión, para evitar que De Juana saliera en libertad. Indignado, el ex
militante de ETA, que se enfrentaba a unos cuantos años más de condena sólo
por haber publicado tiempo atrás dos artículos en el diario Gara que en su
momento no causaron ninguna inquietud, dejó de comer hasta que la Audiencia
Nacional ordenó entubarlo y alimentarlo a la fuerza. |