Brigada Informativa

"Elpidio Valdés"

 

 

 

 

 

 

 

 

Lorena practica la abogacía en Madrid y nos cuenta la verdad de las condiciones de trabajo y vida para muchos licenciados jóvenes y bien cualificados, sobre todo si se trata de mujeres.

<<Soy Lorena y tengo 29 años. Soy abogada, estudié Derecho en una universidad pública de Madrid, la Universidad Carlos III. He estudiado inglés toda mi vida pero no tengo muy buen nivel porque aquí, en España, se estudia inglés muchísimos años pero nadie sabe hablarlo realmente.

Hace aproximadamente nueve meses que vivo independiente. Tenía muchas ganas de hacerlo, pero la realidad es que económicamente no me lo podía permitir. Desde que terminé la Universidad empecé a trabajar, pero curraba más bien como becaria y ganaba muy poco dinero. Cuando se me acabó la beca empecé a trabajar en todo tipo de mierdas, en Empresas de Trabajo Temporal (ETT), haciendo de azafata de congresos, de camarera, siempre muy mal pagado, pero además, las ETT te roban un porcentaje importante de tu sueldo.

Hace dos años y medio empecé a trabajar como abogada. Estuve un año entero trabajando como abogada sin cobrar. Tres años después de acabar la carrera pude entrar en un despacho y estuve un año entero sin cobrar, trabajando sin horario, todo el tiempo que me pedían. Al cabo de un año empecé a cobrar trescientos euros al mes, también sin horarios, y un trabajo de mucha responsabilidad. Yo llevaba juicios y cosas por mi cuenta y me pagaban una miseria. 300 euros es lo que se paga al mes por una habitación barata en Madrid. Luego tienes que comer, pagar las facturas, el transporte, vestirte… Era imposible salir de casa de mis padres. Cuando llevaba un año así, ganando eso, se me ocurrió decirles que quería cobrar un poco más y me echaron. Me dijeron que había terminado mi periodo de formación y que me fuera a la calle a buscar un trabajo de verdad.

Ahora ya he conseguido un trabajo “de verdad” en el que trabajo cincuenta horas semanales, de nueve a nueve, y gano ochocientos euros… como abogada. La verdad es que he hablado con mis nuevos compañeros de trabajo, es un despacho con mucha gente joven, y todos tenemos una formación muy buena, muchos tienen, además de la licenciatura universitaria, estudios de postgrado, doctorados… todos rondamos los treinta años y ganamos una miseria. Somos gente que trabajamos mucho y bien, muy motivados y con mucha disponibilidad. Muchas veces les he dicho que creo que no somos conscientes de la fuerza que tenemos. Si en este momento nos vamos, se les hunde el negocio. Pero ellos se me quedan mirando así como diciendo: oye, tú, qué revolucionaria eres. La gente tiene mucho miedo, aquí en España, a reivindicar nada. Todo el mundo traga con todo, la gente piensa que hay muy poco trabajo y que hay que tragar con lo que sea porque si no, si te vas, el empresario da una patada a una piedra y salen un montón de licenciados dispuestos a hacer lo mismo que tú por menos dinero.

Mi experiencia sindical es nula. En el trabajo es muy difícil organizarse, es muy difícil reivindicar, porque te quedas muy solo, la gente no está dispuesta a arriesgarse a perder su trabajo. Aparte de que los valores de esta sociedad, por lo menos aquí, en Madrid, donde yo he vivido siempre, consisten en aguantar para comprarte un coche y meterte en comprar una casa y casarte… y hay mucho miedo a perder lo poco que tienes para conseguir unos objetivos que se supone que has de tener para estar “realizado” o ser una persona que vale. Desde luego que a mí me gustaría tener una casa, un lugar decente que fuera mío y seguro donde vivir, pero es que está francamente difícil. Se piden verdaderas millonadas por espacios que son muy pequeños y con unas condiciones muy miserables.

Y pasa como en cualquier otro lugar del mundo, aquí en Europa también: la riqueza está muy mal repartida. Yo trabajo duro todo el día, desde muy temprano por la mañana hasta la noche y no me llega para comprarme una casa. Mi jefe gana un dineral y vive en una casa de mil metros cuadrados del barrio más caro de Madrid, tiene una finca con caballos en el campo y trabaja muy pocas horas a la semana. Gana tanto por todo lo que nos roba a los trabajadores, a los que no nos paga honradamente. Aquí, eso forma parte de la vida. Y no es que piense que sea un pecado que mi jefe tenga una casa, es que pienso que todos tenemos derecho a tener una vivienda. Hay una desigualdad atroz, y no sólo en los trabajos más sencillos, de menor cualificación, sino siempre que se trabaja por cuenta ajena, como asalariado de cualquier empresa privada.

Además, el mercado laboral está hecho por hombres y para hombres, y no hay ningún tipo de planificación ni ayuda por parte del Estado si quieres tener hijos. Y somos las mujeres las que tenemos los hijos. Estás muy sola. Al final es la mujer la que, si quiere tener hijos, tiene que renunciar a su carrera profesional, lo cual es injusto porque nosotras hemos estudiado tanto como los chicos, o a veces más. Si quieres tener un hijo con tu familia, con tu pareja, como no hay ayudas económicas ni se planifica de ninguna manera para verdaderamente ayudar, eres tú la que se tiene que quedar atrás. Yo lo veo muy claro en mi profesión. El despacho de abogados en el que yo trabajo es un despacho para hombres, y los únicos que progresan y pasan a los puestos de poder y dirección son los hombres, porque las mujeres tienen hijos y una de dos, o los tienes y los abandonas o si te quieres ocupar un poco de su educación y estar con ellos debes renunciar a tu carrera.>>