Recuerdo la visita que en 2004 realicé a la Escuela
Hermanos Cruz, en Pinar del Río. Luego de un par de horas de recorrer las
aulas de la escuela y de discutir con los maestros acerca de las reformas al
sistema de educación primaria, tuvimos oportunidad de hablar detalles más
concretos de la vida escolar en Cuba.
Recuerdo que le pregunté a una maestra acerca de cómo
hacían para enfrentar el problema del penalismo entre los alumnos en Pinar
del Río:
- ¿Penalismo? ¿Qué es eso? - me preguntó a su vez ella
con cara extrañada.
Le respondí que ese es uno de los problemas más graves
que enfrentan los niños del mundo rico hoy en día. Por ejemplo en Suecia,
país que a menudo se pone como ejemplo del "capitalismo con rostro humano",
algunos calculan que por lo menos 100.000 niños al año son víctimas del
penalismo. Según otros cálculos, uno de cada cuatro alumnos de primaria lo
ha sido en el último año.
El penalismo es definido por la respetada organización
sueca Rädda Barnen como un tratamiento negativo prolongado al que es
sometido un niño o niña por parte de sus compañeros de clase, y a veces
hasta de los propios maestros. El niño sometido al penalismo es puesto en
una situación de inferioridad y se siente ultrajado. Las vejaciones a las
que son sujetos los niños víctimas de penalismo pueden ser verbales,
físicas, y psíquicas, llegando a producir traumas y heridas difíciles de
curar en el alma de los niños penalizados.
Los mecanismos del penalismo pueden ser disparados por
cualquier cosa que se pueda señalar en la víctima como signo de que es
diferente a lo se considera "normal" en el grupo: Tener la piel o el pelo de
un color "distinto", vestirse de manera diferente, hablar otro dialecto,
tartamudear, llevar velo en la cabeza o andar en silla de ruedas.
"De una u otra forma fui víctima de penalismo durante
todo el tiempo que fui a la escuela," dice un niño llamado Sebastian. "Lo
más difícil lo pasé en el quinto grado ... me hicieron ir descalzo a pie
hasta mi casa en pleno invierno. Había como 20 ó 30 centímetros de nieve. Me
escondieron los zapatos y no me los devolvieron sino hasta el fin del
curso."
Otros ejemplos de penalismo lo pueden ser el dejar de
hablarle a la víctima y así convertirla en "invisible", o la crítica
permanente con el fin de hacerle perder toda seguridad en sí misma.
La maestra de la Escuela Hermanos Cruz me miraba
profundamente sorprendida mientras le iba contando estas cosas.
- Qué cosa más rara. Nosotros aquí no conocemos ese
problema.
Y yo me siento inclinado a creerle, porque las
condiciones de la sociedad cubana no permiten que el penalismo se establezca
como base de las relaciones sociales. No se trata sólo de que en Cuba sea
tan difícil encontrar el tipo de violencia constante que en los países
capitalistas invade la vida de las personas a través de la propaganda
comercial, de los medios de comunicación y de la ideología consumista.
Se trata también de que Cuba es un país en el que los
adultos tienen tiempo para dedicarle a los niños. Y un tiempo de calidad,
libre de la angustia que significa no saber si se va a poder conservar el
trabajo que de momento se tiene, o de no sentir constantemente que lo que
uno ha logrado está en peligro. Ese sentimiento de inseguridad fundamental
invade todas las relaciones de la sociedad capitalista, y el "paraíso" sueco
del "capitalismo de rostro humano" no es ninguna excepción.
El problema del penalismo en Suecia no sólo se da entre
los niños, sino que es considerado como una epidemia social. Un reporte de
la Oficina Central de Estadísticas sueca de 1995 informaba que 4 por ciento
de los adultos eran víctimas del penalismo en el lugar de trabajo.
El capitalismo, que es presentado como el gran paraíso de
la libertad por la propaganda, en el ejemplo del penalismo nos muestra la
verdadera esclavitud que representa: "El penalismo a menudo puede ocurrir
cuando las personas entran en un grupo no han elegido y del que tienen
dificultades para dejar, como por ejemplo la escuela o el aula, el lugar de
trabajo y las cárceles. Parece como si los individuos en un grupo tienen la
necesidad de establecer un orden de jerarquía en el que se establece quién
es el fuerte y quién el débil," escribe la organización Rädda Barnen.
"Una causa del penalismo son los despidos y los recortes
en el mundo laboral hoy en día. La gente compite por los puestos de trabajo
al mismo tiempo que el individuo tiene una carga de trabajo mayor, lo que
hace que la gente se 'queme' o se esfuerce demasiado, lo que a su vez hace
que sea más fácil el proyectar la propia 'insuficiencia' sobre otros. Al
mismo tiempo, se pelea por el puesto de trabajo, y entonces es fácil caer en
el penalismo hacia otra persona," escribe Stina Thorin de la comuna de
Södertälje y víctima del penalismo entre 1990 y 1994 cuando trabajaba en el
museo de Torekällberget.
Si tantos adultos y aún más niños y niñas son víctimas
del penalismo en Suecia, lo importante es preguntarse cuántos son los que
penalizan a otras personas. Y la respuesta es que probablemente sea la
mayoría de la población, ya que siempre es un grupo mayor el que penaliza a
unos pocos individuos.
Aunque sólo sean dos o tres los que activamente promueven
el penalismo hacia una persona, la actitud cobarde de los demás al no
defender a la víctimas los convierte en cómplices por omisión.
Esto no es extraño en una sociedad basada en la constante
inseguridad personal y en la angustia por no sentirse capaz de alcanzar una
supuesta norma de estatus social y de consumo. En una sociedad basada en la
discriminación y el racismo, así como en la competencia de todos contra
todos.